Las plataformas digitales colaborativas e interdisciplinarias abren novedosas formas de investigación para abordar la producción de datos sobre problemáticas sociales apremiantes, como la violencia y la crisis carcelaria. La etnografía es una herramienta particularmente bien posicionada para explorar diferentes saberes, así como para documentar las relaciones de poder entre diversos actores. Medios como visualizaciones de datos, podcasts, películas, fotografías e ilustraciones, estadísticas oficiales (y no oficiales), archivos legales y burocráticos, encuestas económicas y sociológicas, informes de políticas públicas, ensayos y entrevistas, proporcionan diferentes recursos compositivos para incluir voces, puntos de vista y estéticas diversas. Las posibilidades de combinar la etnografía con la investigación impulsada en plataformas digitales tiene la capacidad de generar colaboraciones inesperadas y permitir conexiones novedosas entre temas aparentemente no relacionados. El resultado es un espacio digital experimental para la producción de conocimiento que da respuesta a temas apremiantes de nuestras sociedades.
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QUÉ HACE FALTA
Dispositivo de campo: investigación impulsada en una plataforma digital.
Modo de indagación: etnografía interdisciplinaria de datos y producción colaborativa de estadísticas.
Ubicación geográfica: Ecuador.
Duración: 2019 – actualidad
Contrapartes etnográficas: colectivas feministas, organizaciones de derechos humanos, autoridades del sistema judicial, fiscales, policías, familias afectadas por desapariciones, personas privadas de libertad y sus familiares, antropólogxs, cineastas, ingenierxs informáticxs, economistas, abogadxs, epidemiólogxs y periodistas.
Recursos: financiamiento de agencias de cooperación internacional y universidades ecuatorianas.
Resultados relevantes: EthnoData, www.ethnodata.org/es-es/
Grado de dificultad: media
Después de un año de investigación etnográfica interdisciplinaria y colaborativa con instituciones públicas ecuatorianas –incluida la Policía Nacional, el Consejo de la Judicatura, la Fiscalía General del Estado y organizaciones de la sociedad civil activamente trabajando en temas de feminicidios y personas desaparecidas–, lanzamos EthnoData en noviembre de 2020, una plataforma multimodal y multimedia pensada desde una sensibilidad STS (estudios de ciencia y tecnología) para el estudio de datos relacionados con muertes violentas en Ecuador. EthnoData comenzó como una herramienta hermenéutica para investigar estadísticas estatales, pero pronto se convirtió en una plataforma más compleja. El equipo de EthnoData asumió el desafío de anonimizar y limpiar bases de datos oficiales con el fin de ponerlas a disposición de la ciudadanía. Este proceso estuvo mediado por otro objetivo metodológico de la plataforma: incluir a quienes utilizan esta herramienta en la narración de los datos. Nuestro propósito era generar un modo de investigación colaborativo con énfasis en el análisis crítico de la producción de las bases de datos del Estado.
Uno de los módulos de EthnoData permite a quienes utilizan la plataforma producir visualizaciones mediante la representación de datos en mapas regionales. Las personas usuarias pueden, por ejemplo, filtrar los homicidios del número total de muertes violentas y crear visualizaciones geográficas. Estos gráficos y mapas han sido especialmente útiles para periodistas, académicos/as y estudiantes. EthnoData también ofrece una serie de ensayos sobre la política de datos destinados a generar foros de discusión sobre muertes violentas. También se invita a las personas usuarias a interactuar con otras experimentaciones etnográficas, como narrativas breves sobre crímenes basadas en información de informes policiales, exhibiciones curatoriales de datos sobre feminicidios e infraestructura policial y podcasts sobre violencia y burocracia. Todo el material etnográfico proviene de bases de datos de muertes violentas mantenidas por instituciones públicas. La primera versión de EthnoData también incluyó documentales cortos sobre personas desaparecidas coproducidos con sus familiares.
El acceso y la gobernanza de datos se convirtió en una prioridad política en Ecuador hace una década. Desde 2010, mejorar las estadísticas sobre muertes violentas ha sido un tema apremiante para los funcionarios gubernamentales, usualmente trabajado desde el sector público a través de diferentes comisiones y comités intergubernamentales. En el proceso de creación de EthnoData, interactuamos con varias de estas agencias y nos dimos cuenta de lo poco que sabían las unas de las otras sobre las formas en las que estaban generando sus estadísticas. Todas empleaban métricas similares pero insistían en que tenían números diferentes; sin embargo, cuando combinamos sus bases de datos, encontramos solo pequeñas discrepancias. Esto planteó nuevas preguntas etnográficas, como por qué los organismos gubernamentales percibían sus cifras como diferentes –y mejores– que las de otras instituciones públicas.
Sally Engle Merry (2016) conceptualiza la “cultura del indicador” como una creciente prominencia de la cuantificación en la gobernanza, a través de la cual las racionalidades técnicas y tecnológicas definen qué cuenta (y qué no) como un problema para las políticas públicas. No hay nada nuevo en afirmar que las cifras estatales no son neutrales. Las estadísticas oficiales no pueden separarse de sus propósitos económicos, políticos y morales. Al mismo tiempo, los gobiernos no están aislados en el terreno de la producción de datos estadísticos oficiales. Hay múltiples partes interesadas detrás de lo que David Ribes (2019) llama la politización de los datos. Así, un dato oficial es un espacio en disputa y negociación. Nuestra experiencia trabajando en EthnoData fue observar el tras bastidor de esa producción. Por ejemplo, las colectivas feministas ecuatorianas cuestionaban las estadísticas oficiales de feminicidio, pero trabajaban en colaboración con el sistema de justicia para estandarizar metodologías y armonizar datos recopilados de diversas fuentes. EthnoData fue parte de ese proceso y la plataforma sirvió como modelo para diseñar un sitio web público sobre feminicidios. Nuestro papel como etnógrafos de datos era abrir nuevos espacios para la colaboración y la investigación crítica. Diferentes organismos gubernamentales nos proporcionaron grandes bases de datos sobre feminicidios y, al mismo tiempo, aprendimos por qué las organizaciones de la sociedad civil cuestionan la producción de tales datos. Paralelamente, una colectiva feminista produjo una base de datos alternativa como respuesta a lo que consideraban cifras erróneas. EthnoData también incluyó esa base de datos. A su vez, algunas entidades gubernamentales cuestionaron esa base de datos alternativa porque argumentaron que representaba un punto de vista “ideológico” sobre el feminicidio. El desafío para EthnoData era diseñar una ecología digital que permitiera que datos previamente inconmensurables se volvieran analizables en diferentes contextos y por públicos con frecuencia en desacuerdo.
EthnoData se convirtió en un experimento para conceptualizar y representar historias críticas de datosy, al hacerlo, la plataforma se convirtió en un espacio digital en construcción. EthnoData se inspiró en los estudios de Ciencia y Tecnología (STS) sobre el “critical making” o el hacer crítico (Ratto 2011) y junto a otros autores propone una “intervención material” en el debate académico como mecanismo de “construcción de formas alternativas de tecnociencia” (Tirrell et al. 2020). EthnoData fue –y sigue siendo– un instrumento colectivo que nos permitió compartir y producir conocimiento, crear nuevos datos y ofrecer interpretaciones novedosas que aporten en la construcción de sociedades más justas, diversas, democráticas, inclusivas y equitativas. En este sentido, siguiendo a Lyndsay Poirier (2017, 72), EthnoData es una herramienta de producción de conocimiento para “intervenir en el diseño [de datos] del status quo, que creen espacio para la sorpresa de manera en que desencadenen [nuevas] reflexiones”.
Lo que más nos interesó en la construcción de esta infraestructura de datos fue el impacto que podía tener EthnoData en el diseño de políticas públicas y rendición de cuentas, así como las posibilidades de hacer que la investigación etnográfica dé respuesta a las necesidades estadísticas en momentos de crisis. La plataforma se desarrolló para que las personas usuarias pudieran contrastar bases de datos y producir múltiples interpretaciones y respuestas. Nos centramos en la forma en que “la etnografía, al igual que otras tecnologías, puede diseñarse para desafiar y cambiar el orden existente, provocando nuevos ordenamientos de la subjetividad, la sociedad y la cultura” (Fortun 2012, 450). EthnoData se inspiró en otras plataformas digitales experimentales y colaborativas como PECE (la Plataforma para la Etnografía Experimental y Colaborativa) desarrollada por Kim y Mike Fortun; así como la plataforma BioEthnography desarrollada por Elizabeth Roberts (2021). Sin embargo, nuestra plataforma intentó ampliar la intervención de la investigación colaborativa centrada en plataformas digitales al, no solamente documentar datos estadísticos, sino también producirlos.
Fig 1. Entrelazados. Ilustración de La Arisca.
En 2021, tras una serie de masacres en las cárceles ecuatorianas, EthnoData incorporó un nuevo módulo sobre el sistema carcelario. Este módulo fue menos interactivo y menos centrado en la narración. Más bien, estuvo orientado hacia el activismo y la producción de evidencias numéricas. Además de la interdisciplinariedad y la colaboración, el nuevo enfoque adoptó lo que llamamos “academia responsiva”, que no sólo promueve una crítica de los datos producidos por las instituciones sino que también genera datos como una crítica a las instituciones (gubernamentales u otras). No nos alejamos del espíritu original de EthnoData. Por el contrario, el módulo penitenciario se benefició de los recursos existentes. Por ejemplo, la Figura 1 es una de las cuatro colaboraciones artísticas generadas a partir de nuestras discusiones sobre datos, diferentes formas de violencia y silenciamiento de las familias de los presos. Se basó en información recopilada en EthnoData y en conversaciones entre el equipo de investigación que hizo posible la plataforma y la artista que la creó. La imagen fue incluida en el Diagnóstico del Sistema Penitenciario del Ecuador 2021, un informe oficial elaborado por Kaleidos en respuesta a cuatro masacres carcelarias ocurridas en 2021, que se cobraron la vida de más de 350 reclusos (Núñez et al. 2021). Los datos producidos fueron utilizados por activistas a favor de la abolición de prisiones y por organizaciones de derechos humanos para cuestionar la narrativa oficial de los asesinatos en masa. La colaboración fue muy productiva y ese módulo inicial sobre cárceles se convirtió en una nueva plataforma colaborativa: el Observatorio de Prisiones 593.
Pensando en los datos como una respuesta desde la academia a la masacre, diseñamos una encuesta colaborativa con las familias de las personas presas. Nuestro objetivo era señalar lo que la institución pasó por alto en términos estadísticos o incluso trató de ocultar con números, por ejemplo, la transferencia de los costos del encarcelamiento del gobierno a los prisioneros y sus familias. Antes de iniciar esta cuantificación, llevamos a cabo una etnografía de los “datos penitenciarios” en un sentido amplio: examinando estadísticas institucionales, registros penitenciarios, información biométrica e informes institucionales. Comenzamos con el informe forense oficial entregado a la fiscalía días después de la masacre, que revelaba 79 nombres y describía en detalle varias decapitaciones, cientos de mutilaciones y más de mil laceraciones. El informe también indicaba que se encontraron extremidades y cadáveres dispersos dentro de las tres prisiones de máxima seguridad donde tuvieron lugar las masacres, incluidos los corredores, patios y pabellones de celdas. El informe incluía fotografías de casquillos de bala y rastros balísticos, así como fotografías de hojas de cuchilla y cuchillos recuperados. Sin embargo, el informe no mencionaba que la lista de reclusos desaparecidos era significativamente mayor que el número de los cuerpos contabilizados en el proceso de identificación forense. Esto supimos a través de entrevistas con el equipo de criminalística a cargo de la identificación forense. Meses después de las masacres aún se desconocía el número exacto de asesinatos. La información biométrica, que incluía fotografías, huellas dactilares y grabaciones de voz de los prisioneros, estaba incompleta. Para identificar los cuerpos, la investigación criminalística utilizó una base de datos desactualizada y una serie de videos de la masacre filmados por los propios reclusos con teléfonos móviles y publicados en redes sociales.
Fig 2. Ilustración de La Arisca para el proyecto EthnoData.
La falta de información biométrica era sólo parte del problema de los datos penitenciarios. El sistema carcelario ecuatoriano ni siquiera tenía una imagen estadística clara de los reclusos. Durante la reforma penitenciaria de 2014, el gobierno ecuatoriano implementó un Sistema de Gestión Penitenciaria (SGP) centralizado, destinado a institucionalizar el manejo de datos. El SGP se desarrolló sobre un software llamado Odoo (On-Demand Open Object), una plataforma de código abierto para aplicaciones de gestión de datos que permite la personalización según las necesidades del usuario. Sin embargo, las modificaciones requerían habilidades de codificación específicas y actualizaciones costosas que el gobierno nunca llevó a cabo. Esto resultó en una rápida obsolescencia digital y en la pérdida de información. La noche de febrero de 2021, cuando ocurrió la masacre, y los meses siguientes dejaron en evidencia cuán obsoleto estaba el SGP. Nuestra experiencia muestra que el sistema de gestión de datos es un ejemplo importante –aunque no el único– que apunta a la relevancia de realizar más etnografías de datos.
En su etapa inicial, la plataforma SGP fue un intento de eliminar la burocracia, pero el proceso de digitalización solo creó más obstáculos burocráticos para las personas presas y sus familias. También generó una curva de aprendizaje insuperable para los funcionarios públicos. El empleado penitenciario promedio carecía de las habilidades técnicas para navegar por el sistema, lo que derivó en una producción caótica de hojas de cálculo de Excel, generadas desde cada prisión y recopiladas por funcionarios de más alto nivel para redactar informes oficiales. Paradójicamente, el SGP descentralizó y recentralizó simultáneamente los datos penitenciarios, permitiendo una infraestructura de datos híbrida, en la que los registros en papel y los archivos digitales no siempre concordaban.
Tuvimos acceso al conjunto de datos completo del SGP. Parte de nuestra colaboración incluyó la combinación de todas las bases de datos existentes, así como la limpieza y des-identificación del conjunto de datos del SGP. En ese momento (abril de 2021), la base de datos incluía 240.960 registros individuales para los años comprendidos entre 2014 y 2021, a pesar de que la población penitenciaria apenas se acercaba a los 39.000 en 2021. El principal problema con las bases de datos era la multiplicidad de registros para un mismo recluso. Durante el tiempo que un recluso pasaba dentro del sistema penitenciario, se podían generar nuevos registros en distintos momentos. Por ejemplo, al ingresar al sistema, al ser trasladados, si se les conmutó la pena, si fallecieron o si salieron del sistema (y en ocasiones regresaron). Por lo tanto, un solo individuo podía tener numerosos registros, lo que dificultaba correlacionar datos o basar cualquier análisis únicamente en la información del SGP. Para utilizar este conjunto de datos, necesitábamos poner en práctica lo que los ingenieros informáticos definieron como “hacer que los datos sean operativos”. Para ello seguimos un proceso en dos partes. Primero, eliminamos las entradas múltiples para la misma persona. En segundo lugar, recategorizamos a los reclusos según su estatus: presentes, libres, transferidos, otros. Esto redujo las variables de 22 a estas cuatro evitando así algunas imprecisiones. Lo que queremos resaltar en la evolución de EthnoData hacia una plataforma digital para estudios académicos responsivos es cómo abordamos la limpieza de datos como una práctica política. El SGP puso en evidencia cómo operaba la lógica burocrática de los números: las estadísticas se producían no sólo para cumplir con los requisitos institucionales sino también para encubrir la corrupción. Además, también nos dimos cuenta de que, en este caso, más o mejores datos no mejoraría la situación porque los números institucionales estaban profundamente interconectados con las condiciones de confinamiento que dieron paso a las masacres. Necesitábamos producir datos de otra manera.
La politización de los números: una producción crítica de datos
En el sistema penitenciario ecuatoriano, el uso de datos como encubrimiento de la corrupción cotidiana se da a través de “indicadores de seguridad” que representan la “progresión” de un recluso dentro del “proceso de rehabilitación”. Basado en una serie de cálculos numéricos, un indicador de seguridad proporciona información sobre si un preso debe ser encarcelado en un área de mínima, media o máxima seguridad. La evaluación detrás del indicador de seguridad la realiza un equipo técnico y utiliza parámetros legales y psicológicos para determinar la amenaza de seguridad de cada individuo. La producción de estos indicadores se basa en informes, básicamente formularios oficiales que diferentes burócratas deben completar. Sin embargo, en la práctica, estos indicadores son mercancías dentro de las prisiones. El papeleo burocrático detrás de un indicador puede ser comprado y vendido para manipular los cálculos. Esta práctica se conoce comúnmente como “refile” en Ecuador (Núñez 2007).
Además de la corrupción, los datos penitenciarios eran inexistentes o redundantes. Según la legislación ecuatoriana, todos los reclusos entrantes deben recibir un chequeo médico inicial para determinar su estado de salud, incluidas enfermedades de transmisión sexual (ETS), enfermedades infecciosas (VIH, tuberculosis) y salud mental. Esto implicaba que, como mínimo, debía existir un expediente médico por interno. Sin embargo, al revisar los datos médicos, que eran gestionados por el Ministerio de Salud, encontramos que muchos presos no tenían historial médico. Además, los registros de salud deberían incluirse en el SGP, pero el Ministerio de Salud utilizaba su propio sistema de gestión de datos llamado PRAS, que a su vez tenía una serie de deficiencias. Por ejemplo, necesitaba una conexión a Internet estable, que a menudo no era confiable dentro del sistema penitenciario. Esto resultó en una recopilación parcial de datos o una combinación de documentos en papel e información electrónica, lo que a menudo produjo expedientes médicos digitales incompletos, inconsistentes o inexistentes para los reclusos. Según un exmédico del sistema penitenciario, la falta de precisión en la recopilación de datos se utilizaba más a menudo como una excusa para eliminar datos que para corregirlos. El problema con la escasez de datos de salud no solo afecta las condiciones físicas y mentales de los presos, sino que su encarcelamiento depende de esta información. Por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19, los historiales clínicos se convirtieron en principios legales para la conmutación de sentencias y la liberación anticipada de los presos basándose en los registros médicos.
Fig 3. Ilustración de La Arisca para EthnoData.
En este contexto de escasez de datos, llevamos a cabo una encuesta colaborativa con las familias de los reclusos para producir evidencia numérica útil para quienes vivían tras las rejas y, en cierta medida, contrarrestar la narrativa oficial basada en datos incompletos. Metodológicamente, replicamos nuestra experiencia en la coproducción de documentales cortos con familiares de personas desaparecidas. En 2020, EthnoData trabajó con Asfadec, una asociación de familias afectadas por las desapariciones en Ecuador, en la coproducción de cortometrajes sobre el sufrimiento humano detrás de las desapariciones. Un equipo de producción de 30 personas llevó a cabo lo que consideramos un experimento de cine etnográfico colaborativo. El proyecto se realizó con ocho familias de personas desaparecidas, que se convirtieron en directoras de cine y que tenían total control sobre el producto final. El equipo de Kaleidos asumió funciones de producción como investigación, redacción de guiones y edición. A pesar del distanciamiento social debido a la pandemia de COVID-19, creamos una conversación fluida de manera remota que duró casi un año. Llegamos a conocernos y desarrollar una agenda común, debatiendo qué queríamos abordar y cómo. El proceso creativo incluyó la elaboración de preguntas, jugar con recursos digitales y superar silencios. Construyó una narrativa compleja, no exenta de dificultades y negociaciones. Realizar los documentales implicó reescribir guiones varias veces, agregar imágenes, música, voces, acordar qué tipo de escenas queríamos y, entre estas, cuáles era posible filmar durante el confinamiento.
La encuesta colaborativa se basó en la idea de que producir datos podría recrear el potencial crítico del cine, lo que significaba, en nuestra opinión, dar a los familiares de los presos control sobre los datos que se producirían y, por tanto, sobre parte de la narrativa que se contaba sobre los presos y sobre el sistema carcelario. Trabajamos con familiares a través de un grupo de chat de WhatsApp, aunque Jorge Núñez ya había realizado antes trabajo de campo de larga duración con personas presas y sus familias (Núñez 2006; 2022). Una organización de derechos humanos nos invitó a unirnos a este grupo de WhatsApp meses antes para poder interactuar y entrevistar a personas para nuestra investigación. También nos reunimos con ellos a través de Zoom para explicarles la encuesta y abrimos otro chat grupal con aquellos interesados en co-diseñar el cuestionario*. Las familias se mostraron receptivas pero cautelosas con la encuesta. La promesa de estadísticas alejadas del control o la corrupción les parecía bastante ingenua. Ya tenían experiencia de primera mano con números que poblaban hojas de cálculo de Excel que se convertían en mercancías costosas dentro de la prisión. Discutimos sobre corrupción y sobre cómo nos imaginamos la encuesta como una manera de hacerla visible. También mostramos cómo EthnoData nos ayudó en el pasado a politizar los sesgos estadísticos y las categorizaciones erróneas en casos de homicidio y feminicidio. Al final, decidimos colectivamente centrarnos en cómo los presos y sus familias terminan asumiendo el costo del encarcelamiento y cómo los ya precarios servicios de salud penitenciarios se deterioraron aún más durante la pandemia de COVID-19.
La encuesta recopiló información sobre los gastos cubiertos por los presos y sus familias, incluido el acceso a la salud, la alimentación, las camas, la seguridad y las telecomunicaciones. Se aplicó tanto de forma digital como presencial durante los días de visita de la cárcel. Dependiendo de si las familias cubrían lo mínimo indispensable, que incluía alimentos y artículos de higiene básicos, o si se les exigía pagar por las comunicaciones y la protección de seguridad dentro de la prisión, los costos oscilaban entre $124 y $251 dólares americanos (USD) por mes. La encuesta también mostró que la mayoría de las familias provenían de entornos socioeconómicos bajos y que las mujeres eran las principales proveedoras y cuidadoras de los presos desde fuera de los muros de la prisión. También reveló varias formas de violencia burocrática, que van desde abuso verbal y malos tratos hasta diversos casos de acoso durante los días de visita.
El Diagnóstico del Sistema Penitenciario incluyó los resultados de la encuesta colaborativa y nuestra etnografía del SGP y la burocracia penitenciaria. Fue escrito como un recurso para el activismo y la incidencia política, más que como resumen sobre las políticas públicas existentes. Por ejemplo, a petición formal de organizaciones de derechos humanos, el estudio fue incluido en el informe oficial de la Asamblea Nacional sobre masacres carcelarias. También fue presentado varias veces ante funcionarios gubernamentales de alto rango y en audiencias parlamentarias. Además, el conjunto de datos limpiado y organizado para EthnoData fue utilizado por organizaciones internacionales y varias agencias gubernamentales para elaborar sus propios informes. Algunas agencias internacionales de derechos humanos, incluida la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), así como numerosos medios de comunicación locales e internacionales hicieron referencia al diagnóstico. Más allá de la relevancia política que adquirió el diagnóstico, el módulo penitenciario y más tarde el Observatorio de Prisiones convirtió a EthnoData en una fuente de datos alternativa.
Cuando creamos EthnoData aprendimos a trabajar con la sociedad civil y las instituciones gubernamentales de una manera productiva, que evita asociaciones oportunistas y busca intereses comunes. También aprendimos que las colaboraciones deben basarse en la confianza, pero no están libres de fricciones entre agendas políticas contrapuestas. Por ejemplo, el diagnóstico llegó a buen término después de un año de negociaciones con funcionarios del gobierno que desconfiaban de nuestro enfoque crítico hacia los datos penitenciarios y de nuestra metodología colaborativa. Buscaban una consultoría tradicional que les permitiera llevar a cabo reformas penitenciarias específicas tras el aumento de los homicidios en prisión. Estas reformas a menudo ya habían sido prediseñadas en instancias superiores (como la anterior reforma penitenciaria en 2014), y los funcionarios estaban más interesados en la confirmación de sus medidas que en cambios reales en las políticas de confinamiento y seguridad. EthnoData no podía ofrecerles ese tipo de afirmación. Sin embargo, llegamos a un acuerdo de colaboración después de la primera masacre, cuando otros colaboradores de EthnoData, particularmente la Policía Nacional del Ecuador, presionaron a las autoridades penitenciarias para que nos permitieran realizar la investigación. Es importante mencionar que el apoyo policial a EthnoData no surgió de un repentino interés por el conocimiento académico, sino de su reticencia institucional a tomar control sobre el sistema penitenciario.
En resumen, EthnoData es una plataforma de investigación digital para la experimentación a través de la etnografía en forma de textos escritos, películas, ilustraciones, podcasts y estadísticas. Como manera de indagación etnográfica, se centra en los pequeños detalles, en los esfuerzos colaborativos, en prácticas situadas e historias “menores”. En su faceta digital, permite la composición de narrativas multimodales y multimedia. EthnoData es un espacio para la producción de conocimiento académico de respuesta, entendido a partir de intervenciones etnográficas frente a crisis, desastres y masacres. EthnoData trabaja con organizaciones de la sociedad civil y agencias gubernamentales, pero no trabaja para ellas. La base de la plataforma es la interacción entre datos, imágenes, palabras y sonidos entrelazados en una crítica de la violencia y la muerte.
Nota
* Sofía Carpio supervisó la metodología de la encuesta.
CÓMO HACERLO
La selección de colaboradores es clave para construir relaciones de investigación productivas y trabajar de acuerdo a la propia política de la plataforma. Al diseñar una plataforma digital etnográfica, es necesario tener suficiente tiempo y espacio para desarrollar relaciones de colaboración. Esto incluye reuniones regulares y formales, así como encuentros informales. En nuestra experiencia, generar confianza entre quienes colaboran es la primera tarea que tenemos entre manos, y la confianza en la plataforma surge de las personas que trabajan juntas en una tarea concreta o resuelven un problema específico.
Un cierto nivel de complicidad intelectual entre los colaboradores es necesario para crear y mantener una plataforma digital. Cuando los participantes saben que sus voces se tienen en cuenta y que sus aportaciones y retroalimentación influyen en el trabajo final, la plataforma se convierte en una infraestructura común.
La apertura a pasar rápidamente de una idea interesante pero complicada a otra más factible es fundamental para mantener la colaboración dinámica y atractiva (básicamente, ser flexibles al cambio). También es fundamental compartir las deficiencias y limitaciones institucionales entre quienes colaboran. Una plataforma es el resultado de constantes negociaciones y compromisos entre instituciones, organizaciones e individuos.
Es necesario aceptar la fricción y encontrar formas de resolver los desacuerdos con respeto. Nos tomamos todo el tiempo necesario para comprender, entre todas, el proceso de toma de decisiones. Muchas veces no estábamos de acuerdo en una solución, pero siempre estábamos en la misma sintonía con respecto a las decisiones de diseño. Cuidar la colaboración en relación con los diferentes campos profesionales y afiliaciones institucionales es primordial. Detrás de las plataformas hay personas y su bienestar debe tener prioridad sobre la innovación o la experimentación.
Dar crédito a quienes participan de la colaboración mantiene viva la plataforma al darle a las personas un sentido de propósito. Los proyectos colaborativos requieren de una gran cantidad de trabajo por parte de sus integrantes, y ese trabajo debe ser reconocido, visibilizado y celebrado.
Una plataforma está construida para que diferentes públicos le den uso. Tener en cuenta la diversidad y la accesibilidad constituye un requisito ético, epistemológico y político para diseñar modos novedosos de investigación, sensibles a las condiciones y desafíos específicos de cada contexto.
REFERENCIAS
Fortun, Kim. 2012. ‘Ethnography in Late Industrialism.’ Cultural Anthropology 27 (3): 446–64.
Merry, Sally Engle. 2016. The Seductions of Quantification: Measuring Human Rights, Gender Violence, and Sex Trafficking. Chicago Series in Law and Society. Chicago: The University of Chicago Press.
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Núñez, Jorge. 2007. ‘Las Cárceles en la Época del Narcotráfico: Una Mirada Etnográfica.’ Nueva Sociedad, ¿Sin salida? Las cárceles en América Latina 208: 103–17.
Núñez, Jorge. 2022. ‘Territories of Extreme Violence in Ecuador’s War on Drugs.’
NACLA, March 16, 2022. https://nacla.org/ecuador-drug-war-prisons.
Núñez, Jorge, Maka Suárez, Mayra Flores, Sofia Carpio, Pedro Gutiérrez, Ronny Zegarra, Miller Rivera, María Elissa Torres, and Daniela Idrovo. 2021. ‘Diagnóstico del Sistema Penitenciario del Ecuador 2021.’ Cuenca: Kaleidos – Centro de Etnografía Interdisciplinaria (Universidad de Cuenca) en colaboración con la Universidad de las Américas (UDLA). www.ethnodata.org/es-es/ diagnostico-de-sistema-de-penitenciario-del-ecuador/.
Poirier, Lindsay. 2017. ‘Devious Design: Digital Infrastructure Challenges for Experimental Ethnography.’ Design Issues 33 (2): 70–83.
Ratto, Matt. 2011. ‘Critical Making: Conceptual and Material Studies in Technology and Social Life.’ The Information Society 27 (4): 252–60.
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RECURSOS
Sesión “Cómo producir una etnografía responsiva” en el seminario La invención etnográfica: el arte de hacer preguntas relevantes con Maka Suárez y Jorge Núñez. Acompaña Elisenda Ardèvol (Universitat Oberta de Catalunya) e introduce Adolfo Estalella (Universidad Complutense de Madrid).
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