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An Ethnographic Inventory
Exploraciones textiles durante el proyecto Bordando cuerpos que escuchan.

Cómo bordar una etnografía

La etnografía bordada es algo que se engendra primero como una necesidad empírica de comprender la continuidad entre materialidades textiles y cuerpos que bordan, y segundo, como un dispositivo metodológico para estudiar en colectivo y para estudiar cómo nuestros cuerpos sienten y se conectan. En un inicio, aprender a bordar le muestra a la etnógrafa cómo su propio cuerpo conoce y escucha de manera diferente cuando está inmerso en la confección textil. Este proceso de aprendizaje crea una atmósfera íntima en la que la etnógrafa se relaciona con aquellos a quienes estudia (las personas que bordan y sus bordados), y es invitada, después, a explorar la manera en que bordar con otras personas o invitar a otras a bordar puede revelar nuevas preguntas con las cuales bordar colectivamente aquello que estamos intentando comprender etnográficamente. En este proceso, el dispositivo de aprendizaje de bordado se transforma de un objeto de estudio etnográfico a un artefacto mediante el cual plantear nuevas preguntas etnográficas.

 


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QUÉ HACE FALTA

Dispositivo de campo: Bordar una etnografía.

Modo de indagación: De aprender a bordar a bordar los aprendizajes.

Ubicación(es) geográfica(s): Colombia (Cartago, Bogotá, Sonsón, Bojayá, Quibdó, María la Baja, Medellín).

Duración: 2014 – en curso (10 años).

Contrapartes etnográficas: Materiales textiles de compañía (hilo y agujas: usar telas y piezas textiles de la vida cotidiana como superficies para bordar marca una gran diferencia. En caso de no ser posible, también pueden funcionar otras telas), personas dispuestas a bajar el ritmo, profesionales vinculadas a las artes y a las ingenierías son siempre bienvenidas.

Recursos: Financiamiento para los materiales de compañía y para quienes los utilizan (en reconocimiento de su tiempo), tiempo para el hacer textil.

Resultados relevantes: www.artesanaltecnologica.org/proyectos/

Grado de dificultad: Medio (cuidado: lleva bastante tiempo y, a la vez, también transforma el tiempo).


 

¿Cómo afecta la escucha a los cuerpos y cómo se puede responder a esto a través del bordado? Estas preguntas enmarcan el bordado como un dispositivo etnográfico, es decir, una invitación a bordar colectivamente como una forma de desplegar y explorar juntas (personas y materiales textiles) diferentes cuestiones que tienen una dimensión profunda, íntima, reflexiva y personal. A continuación muestro cómo funciona este dispositivo adentrándome en una investigación junto a varios profesionales que dedicaban su jornada laboral a escuchar historias de la guerra en Colombia. Con ellos buscamos indagar, a través de una serie de exploraciones textiles, cómo sus cuerpos se vieron afectados por esta tarea de escucha. Antes de presentar este dispositivo debo decir, sin embargo, que él no existe en sí mismo, es decir, este no puede ser comprendido ni dimensionado fuera de la forma en la que ha emergido. Bordar una etnografía nace de una necesidad empírica de aprender a bordar. Este acercamiento pedagógico a la práctica es el que enmarca y permite desplegar el dispositivo. Volveré sobre esto en la segunda parte de este texto.

La investigación a partir de la cual describo el bordado como un dispositivo etnográfico se llamó Bordando cuerpos que escuchan y comenzó con una convocatoria abierta para trabajadores del sistema de justicia transicional en Colombia. Este sistema nació tras la firma del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC en 2016. Busca garantizar los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición. Las instituciones que lo componen tienen en el centro de su labor la recopilación de testimonios de las víctimas sobre sus experiencias de medio siglo de violencia. Para ello, el Sistema de Justicia Transicional colombiano ha implementado un proceso de recepción de estos testimonios, los cuales luego se transmiten a profesionales encargados de escucharlos, sistematizarlos y transcribirlos. Estas personas realizan un trabajo crucial para llegar a la verdad sobre lo ocurrido durante el conflicto en Colombia. Si bien el mandato del sistema está orientado a la reparación nacional, se ha prestado poca atención a las experiencias de los funcionarios cuyos días transcurren escuchando los testimonios presentados por las víctimas, que incluyen descripciones de violencia y actos traumáticos.

En este marco, la convocatoria que dio inicio a la investigación invitó a profesionales de este sistema a postularse para ser parte de la misma, a compartir una reflexión inicial de cómo fue para ellos trabajar con testimonios sobre el conflicto interno en el país y a explicar por qué creían que una exploración textil podría contribuir con esa indagación. Esta convocatoria fue una oportunidad de conocer a otras personas con vivencias similares y una forma de tramitar lo que sentían. A la vez, percibían con curiosidad e interés el bordado como una manera de entrar al tema.

Pensar en el bordado como un mecanismo para indagar corporalmente sobre algo implica dimensionar lo que se requiere para hacer una primera puntada, cómo se va a realizar esta puntada y por qué la vamos a hacer. Si bien estas preguntas podrían haber tenido respuestas más conceptuales (algo que de hecho sucedió), lo que quiero resaltar aquí es la forma en que fueron respondidas a través de una serie de invitaciones materiales (Woodward 2016), algunas de las cuales anticiparon el acto de bordar, enmarcándolo de tal manera que las personas se sintieran parte de la investigación; es decir, dispuestas a reflexionar sobre sí mismas en compañía de otros (personas y materiales), así como abiertas a explorar materialmente sus propias preguntas, a descubrirlas a través del bordado (Pajaczkowska 2016).

Así, antes de nuestra primera reunión enviamos a los hogares de las participantes una bolsa de mano con un costurero, una aguja enhebrada y un prendedor de tela con su nombre escrito a mano con lápiz. Todos estos materiales fueron hechos a mano y confeccionados por gente del equipo. Nuestras manos se habían ocupado de coser telas, enrollar hilos y enhebrar agujas. Por lo tanto, estos materiales fueron tanto una invitación directa para que las personas bordaran con sus propias puntadas la participación en el proyecto y lo hicieran desde sus hogares –bordando su nombre en el lugar que habitaban, un gesto que implicaba un reconocimiento íntimo de quiénes eran y dónde estaban–, como una forma de vincularnos, a través de nuestros haceres materiales. No eran sólo objetos con los que trabajar, eran materiales de compañía que protagonizaban una continuidad entre nuestros haceres corporales, antes de conocernos, y los haceres corporales por venir, unos haceres en potencia (Ahmed 2010).

Junto con estos materiales de compañía, también había una carta dirigida personalmente en la que dábamos la bienvenida a las participantes a estas exploraciones textiles y les sugeríamos una pregunta relacionada con su trabajo. A esta primera carta le siguieron otras correspondencias materiales enviadas antes de que ocurrieran nuestros encuentros. Cada una planteaba una nueva pregunta abierta y la petición de traer a las reuniones una superficie sobre la que bordar. Una vez, por ejemplo, pedimos a las participantes que trajeran una prenda de ropa personal que necesitase ser remendada; en otra ocasión fue una funda de su almohada o una cobija propia. Queríamos superficies que vinieran de sus entornos domésticos, que estuvieran cerca de sus cuerpos y, por lo tanto, que pudieran funcionar como extensiones de ellos para así suscitar materialmente reflexiones íntimas, pensando con esas prendas, recorriéndolas, atravesándolas con hilos y agujas como formas de indagar en las afectaciones propias del cuerpo (Muñoz Toro 2020; Pym 2018). Algunas de las preguntas que guiaron los encuentros textiles y las reflexiones epistolares entre ellas fueron las siguientes: ¿Qué caminos te ha tocado recorrer de nuevo al escuchar historias de guerra? ¿Qué marcas corporales te ha dejado este ejercicio? ¿Qué se ha roto o está a punto de romperse en tí al realizar esta tarea? ¿Qué te arropa y te reconforta al realizarla? Cada pregunta fue tanto una invitación a pensar en su trabajo como una apuesta por reflexionar sobre los materiales textiles que las acompañan mientras realizan un trabajo que, por su naturaleza, estaba en el centro de su vida cotidiana.

 

Exploraciones textiles durante el proyecto Bordando cuerpos que escuchan.
Fig 2. Parte de los materiales de compañía para las exploraciones textiles del proyecto Bordando cuerpos que escuchan.

 

En cada encuentro y exploración material recibimos a las participantes en un taller amplio y luminoso, cuidadosamente organizado. A su llegada siempre había fruta y café, les dimos espacio para que dejaran sus maletas y para que reconocieran el lugar. Sólo entonces las invitamos a bordar algo en sus pertenencias personales y a conectar esa intervención textil con sus propias reflexiones sobre su trabajo y sobre cómo se sentían sus cuerpos al respecto. Sólo después de darles la bienvenida en un espacio preparado para ellas se empezaba a bordar. La hospitalidad aquí fue una forma de seguir cuidando los vínculos que habíamos comenzado a establecer al enviar materiales y cartas a sus hogares antes del encuentro en persona. Así, la hospitalidad enmarca el bordado. El bordado como dispositivo etnográfico se sustentó en todos estos pequeños gestos textiles que formaron parte de la preparación del encuentro (devanar, escribir, coser, enhebrar) y que involucraron los cuerpos y los tiempos de las investigadoras. Las participantes se sintieron reconocidas por ellos. Metodológicamente hablando, la hospitalidad creó una atmósfera de cuidado e intimidad que enmarcó los encuentros en el bordado y la forma en que podían contribuir a explorar colectivamente ciertas preguntas.

La primera vez que nos reunimos, por ejemplo, se pidió a las participantes que dibujaran, con una aguja enhebrada, una línea debajo de su nombre utilizando un punto simple llamado pespunte. En bordado, estos puntos se utilizan para delinear formas. Para realizarlos hay que regresar en la dirección general del bordado, pasando la aguja a través de la tela, y luego volver a bajar por el mismo agujero al final del último punto, pasando por el camino que ha dejado la aguja enhebrada en el textil. Las participantes se reunieron en pequeños grupos y observaron introspectivamente la insignia de tela con sus nombres escritos a lápiz. Mientras intentaban iniciar el trabajo textil, hablaron sobre quiénes eran y cómo sus caminos las habían llevado a esta exploración (Ingold 2007).

 

Guía de punto pespunte o punto atrás, del proyecto Bordando cuerpos que escuchan.

 

A veces las participantes no sabían cómo enhebrar una aguja, cómo de largo se debía cortar un hilo para hacer la puntada, cómo anudar el extremo del hilo para comenzar a bordar o incluso si era necesario hacerlo. Ayudamos a las participantes a hacer estas pequeñas tareas mientras hablábamos sobre las preguntas comunes que teníamos sobre su trabajo de escucha. Nos acercamos las unas a las otras, muy cerca, algo nunca imaginable en un primer encuentro etnográfico normal. Nuestras manos se rozaron en ese primer intercambio corporal, mientras nuestros ojos se fijaban en los materiales textiles, nuestros oídos en las instrucciones de bordado y, también, en las cuestiones más personales que compartían las demás participantes.

Cada puntada va bordando lo colectivo, y esta juntanza interpela de vuelta a quienes están bordando. Hacer un pespunte abre reflexiones personales, íntimas y materiales sobre las dificultades de escuchar relatos de un conflicto que parece repetirse una y otra vez en un país como Colombia. Al interactuar con testimonios de guerra, las historias llevan a estas profesionales a territorios ya visitados, piensan en ellos mientras regresan con la aguja enhebrada sobre su propio camino. En este movimiento, las participantes comparten sus preguntas sobre lo que les pasó a quienes viven en estas regiones y, también, sobre cómo las historias les afectan a ellas personalmente. “Estos caminos que he caminado y camino ahora escuchando, son mis caminos… estas historias pasan por mí”, comparte una de las profesionales mientras sus palabras salen del propio bordado, a través de la tela mientras emerge la reflexión.

La intimidad que se produce en el hacer textil incide en la escucha y transforma el ejercicio exploratorio en una experiencia colectiva. Las participantes se sintieron acogidas y cuidadas a través de la disposición del lugar y en las exploraciones que habíamos creado para ellas. Se sintieron agradecidas por el tiempo y el espacio brindado para reunirse con otras personas como ellas y por poder hacer una pausa mientras trabajaban con sus textiles para reflexionar sobre lo que estaban sintiendo y verlo reflejado en las otras personas con quienes realizaron la exploración. Por sentir que sus bordados las unían en esa reflexión mutua.

En mi papel como etnógrafa que prototipa la experiencia de las participantes (Marcus 2014) y se preocupa por su bienestar, estuve atenta a cómo el bordado generaba esta atmósfera de escucha íntima, pero también fui parte de todo el trabajo que sostuvo este acontecimiento y de la hospitalidad que lo caracterizó. En esto nunca estuve sola.

La compañía de artistas fue muy importante en la elaboración del dispositivo para este proyecto. Ellas aportaron y se ocuparon de la sensibilidad hacia el papel de la belleza material en la configuración de la atmósfera que intentábamos favorecer a partir de las creaciones textiles. Vieron la poética contenida en cómo los pequeños gestos textiles que todas hicimos antes del encuentro los repitieron las participantes en las sesiones conjuntas. Se sintieron conmovidas por esas repeticiones y por cómo nos envolvieron colectivamente. Esta sensibilidad compartida durante la planificación de las exploraciones textiles alimentó y contribuyó a prototipar el bordado como dispositivo etnográfico. También contribuyó a resaltar la continuidad tan íntima entre los cuerpos que fabrican, las materialidades en proceso y cómo esto afecta a la producción de conocimiento. Esto ocurre en el sentido de que hay un cuerpo que se confecciona en el bordado, uno que escucha y se relaciona diferente a causa del bordado, algo que a su vez afecta necesariamente la investigación que realiza.

Aunque el bordar como dispositivo se pone de manifiesto y se potencia con esta sensibilidad artística, yo no aprendí sobre las posibilidades metodológicas del bordado sólo a través de ella. Este dispositivo surgió y se desplegó inicialmente a partir de mis aprendizajes personales con bordadoras tradicionales y, en particular, de su llamada continua a agarrar una aguja enhebrada para entender qué estaban haciendo con ella. Profundizo en esto a continuación.

 

Exploraciones textiles durante el proyecto Bordando cuerpos que escuchan.
Fig 3. Encuentro de exploración textil durante el proyecto Bordando cuerpos que escuchan.

 

Aprender a bordar

Mi acercamiento al bordado se remonta al año 2013, cuando me acerqué a bordadoras tradicionales de Cartago, Colombia, con el interés de comprender cómo lo que cuidadosamente hacían con sus manos podría enseñarme algo sobre el cuidado como práctica de creación de conocimiento. En esta región, las mujeres de edad avanzada elaboran una técnica llamada calado, una tradición española y también de otras partes de América Latina (México y Brasil). Esta técnica se realiza en el entramado subyacente de los tejidos. Antes de cualquier puntada, las mujeres deben destruir parcialmente la tela, quitando con cuidado sus fibras para ensanchar su rejilla, que luego se borda con hilos nuevos, generalmente del mismo color y grosor que la tela original. Este proceso deja en la tela bordada una serie de complejas figuras teseladas. Puedo escribir esta descripción general de esta forma de bordar porque pasé largas horas con mujeres bordadoras en sus casas durante casi un año. Vi cómo elaboraban esta técnica intercalada en la realización de otras tareas domésticas y labores de cuidado, y también vi el cuidado que implicaba la artesanía en sí (Molinier 2012), el tiempo y la atención que implicaba, y las intimidades y silencios que creaba entre ellas.

En mi trabajo etnográfico con estas artesanas, aprendí a bordar investigando, pero también aprendí a investigar bordando. Estas dos prácticas de confección y sus enredos mutuos ocurrieron en la esfera doméstica donde se realiza el bordado, lo que significa que mis aprendizajes (tanto sobre investigación como sobre bordado) se vieron afectados por las pedagogías de la vida cotidiana que surgieron en este escenario (Luke 1999). Estos aprendizajes cotidianos contribuyeron a comprender las dinámicas de consejo y solidaridad propias del acto de bordar colectivamente, caracterizado por la intimidad compartida y el apoyo mutuo. Esto contribuyó a dar cuenta de las formas en que se aprende a ser parte de un grupo, a devenir con otras personas en lo cotidiano. Por tanto, aprender a bordar era una forma de aprender a cuidar y relacionarse con las demás, tanto personas como materiales de compañía, un proceso que se llevaba a cabo mientras se aprendía a bordar.

Me sentaba cerca de ellas y observaba lo que hacían. Les hacía preguntas, pero no podían responder, no porque no supieran la respuesta, sino porque la sabían con sus manos. Reconocer que su conocimiento estaba materializado en el sentido del tacto era una forma de reconocer que, para acceder a él, yo también tenía que tocar (Paterson 2009; Puig de la Bellacasa 2009). Esto convirtió mi ejercicio etnográfico en una etnografía de contacto y transformó mi relación con el bordado y con las bordadoras. Pude descubrir que hay dimensiones corporales, afectivas y cognitivas de esta práctica que no sólo pasan por las palabras y que la percepción del cuerpo cognoscente al bordar se ve afectada por el propio bordado. Mi cuerpo necesitaba hacer las puntadas para entenderlas, y al hacerlas, me acercaba a quienes me enseñaban cómo realizarlas (Lindström y Ståhl 2016). Aprender a bordar era un requisito político y epistémico para pensar diferente sobre el acto de bordar, para pensar bordando: este aprendizaje es, por tanto, constitutivo de la posibilidad de que el bordado se convierta en un dispositivo etnográfico.

Mientras las bordadoras me enseñaban su práctica, descubrí cómo el bordado me hacía fijarme en el movimiento de la aguja en la tela. Centrada en esa lentitud, percibí de otra manera lo que se compartía entre nosotras. Los materiales pasaban de sus manos a las mías tocándose. Nuestros cuerpos se acercaban cuando requería alguna explicación acerca de lo que estaba haciendo. Entre tanto llegaba el momento de preparar la comida, así que dejaban a un lado su labor y se iban a cocinar. Era imposible seguir bordando mientras ellas dedicaban tiempo al cuidado de la casa, que en ese momento me incluía a mí también. Si ellas compartían su tiempo para enseñarme, yo también compartiría el mío para ayudarlas. Yo iba con ellas y contribuía a la preparación de la comida, a poner la mesa y a limpiar el desorden que dejaba cocinar y comer. Compartíamos el almuerzo y luego volvíamos a bordar. En ese constante ir y venir del bordado a otras labores de cuidado, hablábamos de ellas, de su historia personal con el bordado, de los materiales que utilizaban y de su vida en general. También me hacían preguntas sobre mí, sobre lo que estaba haciendo allí y sobre por qué estaba interesada en su trabajo. Nos conocimos en esa intimidad mientras yo aprendía de su oficio con mis propias manos. Aprender a indagar a través de esos gestos cotidianos supuso una investigación que se arraigó profundamente en lo que ellas hacían y en lo que me enseñó a mí sobre lo que yo hacía y podía hacer (en términos de hospitalidad, cuidado e intimidad). Allí se desplegó una relación material, corporal, cognitiva, responsable y cuidadosa mientras yo aprendía a investigar con el bordado, a investigar bordando.

Este paso del bordado como tema al bordado como dispositivo metodológico, sin abandonar su condición de tema a estudiar, cambia la mirada cotidiana de la investigadora respecto del hacer textil, permitiéndole darse cuenta del contenido epistémico de esta práctica y su forma de indagar y de relacionarse con aquello que se indaga. Es ahí donde se configura el dispositivo con el que abre este texto: una búsqueda inicial por comprender los saberes que alberga el oficio de quienes bordan permite pasar, gradualmente, a hacer parte de los espacios íntimos de bordado colectivo y después a invitar a otras personas a bordar colectivamente para responder preguntas íntimas en el hacer del bordado.

Así, el bordado como dispositivo etnográfico se presenta como un conjunto de exploraciones materiales en las que se busca responder preguntas mientras se borda. Aquí, el bordado mismo se amplifica, incluso cuando se habla de algo que no está directamente relacionado con el hacer textil, como por ejemplo de los cuerpos afectados por la escucha de historias de guerra, hasta el punto de que el conocimiento que se comparte en relación con esto se convierte en bordado. En estas exploraciones textiles, la continuidad entre cuerpo y materiales textiles es central para el diseño metodológico en sí mismo, en el sentido de que se piensan como invitaciones permanentes a habitar la creación con otros (personas y materiales compañeros), a cuidar la escucha que allí se genera, a responsabilizarse de ella y de la intimidad que emerge y se comparte en esta continuidad y que se comprende en el propio hacer. Es en esta continuidad, entre los cuerpos que hacen y las materialidades que emergen de ese hacer, que se borda un sujeto que indaga de otra manera, que investiga desde esa continuidad. Aquí bordar se convierte, más que en un simple saber encarnado, en una forma de conocimiento bordado.


 

CÓMO HACERLO

Bordar una etnografía comienza con una invitación material a pensar con superficies textiles como materiales de compañía, a reflexionar sobre el giro que este gesto implica.

Como dispositivo etnográfico, bordar no se trata sólo de bordar, pero tampoco puede ocurrir sin bordar. Implica el surgimiento y la creación de una disposición para bordar, comprender y dimensionar que el bordado únicamente existe en relación con materialidades y contextos. Bordar una etnografía es una puesta en escena colaborativa de bordado.

Bordar una etnografía es un dispositivo performativo que crea intimidad, por lo que exige que las investigadoras sean responsables con esta intimidad, que piensen en cómo ser hospitalarias y afectuosas, no en tanto exigencias morales sino como prácticas corporales y reflexivas que implican trabajo.

En el vínculo entre cuerpos y materiales, el objetivo de este dispositivo es invitar a escuchar de manera diferente, creando una atmósfera material que genere un espacio común de comprensión, elaboración y participación.

El bordado (de una etnografía) es una práctica que genera conocimiento colectivo. Es una herramienta analítica. Establece relaciones (entre bordar y escuchar, por ejemplo) como lo hacen las agujas enhebradas. En este dispositivo, lo que se comparte se convierte en textil, algo en manos de quienes lo fabrican, algo que puede rehacerse, repetirse y repararse. En este sentido, este dispositivo produce conocimiento bordado.

El bordado (de una etnografía) podría convertirse en una fórmula fácil para crear intimidad y, en ese giro, corre el peligro de ser mercantilizado. De ahí que sea necesario tener cuidado al asumir el hacer textil como una metáfora fácil para interpretar lo que emerge de sus acciones. Por ejemplo, no por dar unas puntadas en una prenda para arreglarla, la persona que borda se cura. Ahí, el bordado se impone como marco interpretativo de la curación a la vez que ambas prácticas se trivializan. Como dispositivo, bordar una etnografía nos invita a pensar detenidamente qué se borda y cómo. Pensar en las superficies, los materiales y las preguntas que nos plantea la puesta en acción de esas superficies y materiales. Dar una puntada con una aguja en una tela no es un dispositivo etnográfico per se.


 

REFERENCIAS

Ahmed, S. 2010. ‘Orientations Matter.’ In New Materialisms Ontology, Agency, and Politics, edited by D. Coole and S. Frost, 234–257. Duke University Press.

Ingold, T. 2007. Lines: A Brief History. Routledge.

Lindström, K., and Ståhl, Å. 2016. ‘Patchworking Ways of Knowing and Making.’ In The Handbook of Textile Culture (1st ed.), edited by J. Jefferies, D. Wood Conroy, and H. Clark, 63–78. Bloomsbury Academic.

Luke, C. 1999. Feminismos y pedagogías en la vida cotidiana. Ediciones Morata. Marcus, G. 2014. ‘Prototyping and Contemporary Anthropological Experiments With Ethnographic Method.’ Journal of Cultural Economy, 7(January): 399–410. https://doi.org/10.1080/17530350.2013.858061

Molinier, P. 2012. ‘El trabajo de cuidado y la subalternidad.’ Catedra Inaugural Posgrados En Estudios de Género 1 de Marzo de 2012.

Muñoz Toro, J. 2020. Desbordarse. Libro artesanal.

Pajaczkowska, C. 2016. ‘Making Known: The Textiles Tollbox – Psychoanalysis of Nine Types of Textile Thinking.’ In The Handbook of Textile Culture, edited by J. Jefferies, D. Wood Conroy, and H. Clark, 79–94. Bloomsbury Academic.

Paterson, M. 2009. ‘Haptic Geographies: Ethnography, Haptic Knowledges and Sensuous Dispositions.’ Progress in Human Geography, 33(6): 766–788. https:// doi.org/10.1177/0309132509103155

Puig de la Bellacasa, M. 2009. ‘Touching Technologies, Touching Visions. The Reclaiming of Sensorial Experience and the Politics of Speculative Thinking.’ Subjectivity, 28(1): 297–315. https://doi.org/10.1057/sub.2009.17

Pym, C. 2018.‘Mending and Anatomy: Making Your Hands Knowledgeable.’ Utopian Studies, 28(3): 562–575. https://doi.org/10.5325/utopianstudies.28.3.0562

Woodward, S. 2016. ‘Object Interviews, Material Imaginings and “Unsettling” Methods: Interdisciplinary Approaches to Understanding Materials and Material Culture.’ Qualitative Research, 16(4): 359–374. https://doi.org/10.1177/14687

94115589647


 

RECURSOS

Sesión “Cómo bordar una etnografía” durante el seminario La invención etnográfica: el arte de hacer preguntas relevantes con Tania Pérez-Bustos (Universidad Nacional de Colombia). Acompañan Ana Mazzino y Sebastián Carenzo (Universidad Nacional de Quilmes) y modera Tomás Sánchez Criado (Universitat Oberta de Catalunya).

 


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