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An Ethnographic Inventory

El dibujo etnográfico. Delinear modos de indagación

El dibujo (en sus múltiples expresiones) ha capturado el interés de antropólogos y antropólogas que han comenzado a incorporarlo dentro de sus prácticas antropológicas al mismo tiempo que ha llevado a reflexiones amplias sobre el trabajo de campo etnográfico. La investigación antropológica ha integrado el dibujo al menos de tres formas distintas: (1) como formato de representación, (2) como técnica de registro y, finalmente, (3) como un modo de indagación antropológica.

El dibujo siempre ha formado parte del oficio antropológico pero le ha ocurrido lo mismo que a la fotografía: dibujar ha sido una actividad invisibilizada y marginada en una disciplina dominada por el texto y la hegemonía del verbocentrismo. Si revisamos la historia de la antropología encontramos dibujos, ilustraciones, mapas y gráficos en muchas monografías clásicas, sin embargo estos no pasan de ser considerados meras ilustraciones sometidas al dictado del texto. Muy raramente se les ha prestado atención como objetos de conocimiento relevantes y, más importante aún, como modos de indagación distintivos. Frente a esa marginación a la que ha sido sometido durante el siglo XX, somos testigos de cómo en tiempos recientes el dibujo (en sus múltiples expresiones) ha capturado el interés de antropólogos y antropólogas que han comenzado a incorporarlo dentro de sus prácticas antropológicas.

Antropólogos y antropólogas en contextos profesionales variados (sea en docencia o investigación) han comenzado a incorporar el dibujo en el oficio antropológico en las múltiples expresiones y géneros que este puede adoptar: en la forma de ilustración, a través del género de la novela gráfica o mediante el lenguaje del arte secuencial. La investigación antropológica ha integrado el dibujo al menos de tres formas distintas: (1) como formato de representación capaz de interpelar a nuevos públicos, (2) como técnica de registro que abre nuevas formas de relacionalidad en el campo y, finalmente y de manera más amplia, (3) la práctica de dibujar se convierte también en un modo de indagación antropológico desde el cual se articulan formas de reflexividad e investigación distintivas.

Dos autores consolidados que han abierto recientemente una reflexión amplia en torno al dibujo en la antropología son Tim Ingold (2011) y Michael Taussig (2011). Uno y otro han sentado las bases para pensar en el dibujo como parte del oficio antropológico, una práctica que en su materialidad, corporalidad, temporalidad abierta y condición relacional abre toda una serie de cuestiones de fondo sobre la misma disciplina. Para Ingold (2011), dibujar es una práctica que pone el acento en hacer antes que en describir, que elude la diferenciación entre observación y participación, que atiende a los materiales del mundo y su sensorialidad y que evidencia la condición relacional de la percepción. A partir de ese planteamiento el autor nos propone una antropografía o antropología gráfica que está fundada en la noción de hacer.

La reflexión de Taussig en ‘I swear I saw this’ resuena con esos planteamientos cuando el autor insiste en la dimensión experiencial de dibujar y cómo el dibujo no representa simplemente alguna cosa sino que abre nuevas formas relacionales con aquello que dibujamos. Lo relevante del dibujo, nos dice, no es (solo) lo que se muestra sino aquello nos lleva a ver. Como podemos apreciar, ambos autores nos legan una reflexión provocadora que nos permite considerar la práctica de dibujar como un genuino modo de indagación antropológico.

Dibujar para ver: registro
El dibujo ha sido incorporado a la práctica antropológica en múltiples instancias, tanto en el trabajo de campo como, de manera más reciente, la ilustración etnográfica se ha convertido en un formato de expresión para las monografías etno-gráficas, de manera sintética hay tres instancias distintas en las que diferentes antropólogas han hecho uso de la ilustración etnográfica: (1) como dispositivo de campo en el trabajo etnográfico para la documentación y el registro, (2) como forma de representación del conocimiento antropológico y (2) como modo de indagación; en este epígrafe me refiero a la primera de esas articulaciones.

Quienes han hecho uso del dibujo en su trabajo de campo lo han utilizado en dos momentos distintos, durante los momentos de observación donde el dibujo sirve como registro de lo que acontece o posteriormente, rememorando la experiencia del día y dibujando a partir de las imágenes que el antropólogo mantiene frescas en su recuerdo. En cada una de esas situaciones el dibujo es un objeto distinto y sus efectos son diferentes, como veremos seguidamente. Esto no es nada nuevo, la antropología visual nos ha mostrado que cuando analizamos una imagen hemos de atender tanto a su contexto de producción y de consumo como a su contenido. El significado de las imágenes depende tanto de las primeras como de las segundas: una imagen que muestra el retrato de una persona significa cosas distintas si ha sido creado para ser compartido en la intimidad de un mensaje telefónico o si ha sido creado para figurar en un documento burocrático como un pasaporte. Al considerar un dibujo debemos tener eso en cuenta: dónde y cómo ha sido elaborado es importante.

Ilustración de Andrew Causey de su obra ‘Drawing to see’, el autor llama a estos dibujos ‘estudios’.


Dibujar al final del día

Un ejemplo de la utilización del dibujo en el trabajo de campo etnográfico lo plantea Andrew Causey durante la etnografía que realizó a mediados de los noventa en Indonesia. El trabajo de Causey estaba centrado en las interacciones entre los mochileros y los vendedores de suvenires y uno de sus temas trataba la creatividad de los artesanos así que pensó que también su trabajo de campo debía ser capaz de capturar esa creatividad y ser igualmente creativo. Causey pensó que era necesario usar documentación visual pero se dio cuenta de que la fotografía no era suficiente por razones prácticas (entre otras razones porque en aquella época no era digital y el revelado podía llevar varias semanas) así que se decidió por un método que fuera directo e instantáneo: el dibujo. Su libro ‘Drawn to See: Drawing as an Ethnographic Method’ (2016) es quizás el único manuales sobre la materia. Tras sus experiencias diarias Causey regresaba a casa y completaba sus registros textuales con dibujos:

Once home, I put away all my fresh food, but then pulled out my drawing pad and tried to draw what I had memorized. I concentrated, with utmost care, on the details of the place, recalling medieval book of hours manuscripts as my model. It took me many Saturday afternoon twilight hours to complete my drawing and then to paint it in watercolors (Figure 1.1). Once done, I was satisfied and had the urge to show it to my Batak friends, Partoho (my carving teacher) and his wife, Ito. (Causey, 2016)

 

Otra ilustración de Andrew Causey de su obra ‘Drawing to see’, el autor llama a estos dibujos ‘estudios’.


Frente a la idea que podemos tener de que el dibujo es un formato de representación encontramos que las reflexiones de antropólogas que hacen uso de esta técnica no le dan una especial a ese aspecto y señalan en su lugar otras dimensiones y efectos como centrales. Dibujar, por ejemplo, está íntimamente relacionado con la observación y con los procesos de comprensión, pensamiento y memorización, entre otros. Regresando al caso de Andrew Causey, por ejemplo, el autor realizó en su etnografía registros textuales tradicionales y también dibujos que le permitían revivir las experiencias de campo y expandir de esa manera sus registros textuales pues al dibujar el autor regresaba sobre las escenas y podía escribir más detalladamente sobre ellas. Aquí el dibujo está relacionado con procesos de reflexión y se conecta íntimamente con el proceso de escritura. Para Causey es una técnica de registro que complementa a la escritura (aquí hay diferencias importantes con otros autores), como el autor describe:

I came to depend on drawing as an auxiliary ethnographic method the day I became certain that I could see more than I had seen, more than was recorded in my notes, and more than was documented in my photographs. If the story I just told you has any richness or evocative imagery, it is because drawing the scene enlivened my ability to write about it. But the process of allowing myself to draw ethnographically was more complex than I’m telling it.
(Causey, 2016)

 

Drawing by Letizia Bonano, published in the web project Illustrating Anthropology. Bonano is an anthropologist that carried out fieldwork during the economic financial crisis in Athens, between 2015 and 2017. During her fieldwork she used drawing extensively. She discusses her practice in the paper ‘I swear I hated it, and therefore drew it: A semi-serious, but definitely (autobio-, bio- and ethno-) graphic leap into the practice of drawing’.


Dibujar in situ

El dibujo se realiza en otras ocasiones in situ, durante los momentos de la observación participante del antropólogo; en esos casos, el dibujo opera en no pocas ocasiones como una técnica relacional. A diferencia de la fotografía, que puede resultar intrusiva, alguien que se encuentra dibujando suele atraer la atención de quien repara en el dibujante, además, un dibujo raramente provoca incomodidad. Seguro que en alguna ocasión os habréis cruzado con alguien sentado en el espacio público, ilustrando una escena de calle; quizás os hayáis acercado sigilosamente para observar lo que está haciendo o hayáis reparado en cómo otros paseantes sienten curiosidad y se aproximan. La experiencia es similar a la de antropólogas que han constatado cómo el dibujo provoca el interés de quienes les rodeaban y que se acercaban para interaccionar con ellas. Es una situación curiosa porque sin necesidad de ser proactivo, la antropóloga que dibuja es capaz de captar el interés de terceros y establecer relaciones con ellos. Esa es la experiencia que tienen Andrew Causey o Manuel João Ramos, el último lo describe de esta manera:

It generally strikes me that, whereas taking photographs or using a video camera frequently creates a barrier between me and the people I work with, when drawing I become the subject of a more benign form of curiosity, by many of those that I address.
(Ramos, 2004: 149) [1]

El dibujo etnográfico, como lo llama Karina Kuschnir (2016), además de servir para el registro empírico sirve también como una tecnología de relación con las contrapartes del campo, permite memorizar y ayuda también a pensar e imaginar las experiencias de campo cuando se ejecuta o cuando se revisa tiempo después. Su función va más allá, por lo tanto, que el mero registro como argumentan y atestiguan los antropólogos y antropólogas que lo han utilizando. Se trata de una conceptualización mucho más sofisticada que el uso histórico del dibujo como mera ilustración del texto que revela la complejidad epistémica de la práctica de dibujar.

 

Ilustraciones de Manuel João Ramos de su libro de 2010 Historias etíopes, p. 10-11.

Esta idea es especialmente relevante para el trabajo del antropólogo portugués Manuel João Ramos que ha realizado campo etnográfico en Etiopía, Ramos argumenta que dibujar no es “merely a documenting activity but also an important and creative tool for interacting with and relating to human beings, of different cultures and languages”, es algo más: “more than just a pastime or an exercise of visual discipline: being a source of interaction that helps humanize me [the anthropologist-sketcher] in other people’s eyes, it becomes part of the anthropological process of tentatively bringing together observer and observed” (Ramos 2004:149) [2].

En términos similares se expresa también Michael Taussig en ‘I swear I saw this’ pues la relación que se establece entre quien dibuja y lo que es dibujado es muy distinta de la que se mantiene a través de la fotografía). El dibujo nos abre a la relacionalidad con aquello que dibujamos: “drawing is like a conversation with the thing drawn, likely to involve prolonged and total immersion” (Taussig, 2011). Cuando una antropóloga dibuja debe prolongar su mirada, fijar su observación en un determinado objeto, centrar su atención, atender a los detalles… en esa situación, dibujar ya no es únicamente una manera de representar sino un modo de ver. Lo relevante del dibujo no es (solo) lo que se muestra sino aquello que el ejercicio dibujar lleva a ver y así lo expresa Michael Taussig en una paráfrasis de Berger: “what’s important in drawing is the process of looking. A line drawn is important not for what it records so much as what it leads you on to see” (2011: 22). Dibujar no es entonces (solo) una práctica de representación sino un modo de observación, una manera de mirar. Frente a la idea de que ver es un acto puramente pasivo, autores como John Berger han argumentado que se trata de un acto activo por el cual establecemos una relación con nuestro entorno. Esto es especialmente apropiado cuando vemos imágenes pues al mirar las imágenes no vemos solo una representación sino la mirada de un tercero que ha quedado inscrita en la imagen. Esta es la razón por la cual lo importante del dibujo no es la precisión ni la fidelidad de este. Uno no necesita saber dibujar necesariamente, basta con echar un vistazo a los dibujos de Michael Taussig (al final) para comprender que lo que está en juego es algo distinto (aunque hay ciertamente autores virtuosos en el dibujo como Manuel João Ramos) porque lo relevante es cómo el dibujo abre otras formas de experiencia, relación y conocimiento. Dibujar es pues una manera de ver que abre nuevos modos de indagación, como plantea el mismo Michael Taussig y desarrollo más adelante.

La monografía etno-gráfica
La representación antropológica ha estado dominada secularmente por el texto y la monografía etnográfica es el epítome del conocimiento antropológico. Desde la década de los setenta, sin embargo, la película etnográfica se consolidó como un género audiovisual y nos mostró la posibilidad de otros lenguajes para el conocimiento antropológico. Bien es verdad que aunque sea un género establecido dentro del área de la antropología visual aún es relegado a un segundo plano en la antropología general. En años recientes se han recuperado o desarrollado otro tipo de formatos de representación que continúan ese proceso, uno de ellos es el ensayo fotográfico donde las fotos ya no son una simple ilustración del texto sino el objeto central a través del cual se elabora una narración antropológica. Otro género que comienza a ensayarse tímidamente son las monografías etnográficas basadas en la ilustración, literalmente serían etno-grafías que hacen uso del género de la novela gráfica. Un puñado de ensayos breves señalan las posibilidades de este géneros y varias monografías publicadas por una serie creada por una editorial de la Universidad de Toronto y llamada Etno-graphic sancionan esa apuesta.

Antes de que el dibujo se convirtiera en el vehículo total para una etnografía las ilustraciones habían aparecido en obras clásicas. Como he señalado, los dibujos figuran de manera profusa en algunas obras de Franz Boas, entre ellas ‘Race, Language and Culture’, en general, sin embargo, durante todo el siglo XX los dibujos y esbozos elaborados en el trabajo de campo quedaron ocultos entre el material empírico: no se mostraban y cuando lo hacían era únicamente para ilustrar el texto, sometidos a este. Una excepción en la presencia del dibujo lo constituyen los diarios de Monica Freeman sobre su trabajo de campo en Borneo (Malaisia) con los Iban entre 1949 y 1951. La antropóloga produjo cientos de dibujos de diverso estilo que iban desde el dibujo científico hasta las ilustraciones in situ de escenas de la vida cotidiana. Los trabajos de Alfred Gell también están repletos de ilustraciones, en estos casos los dibujos sirven de ilustración al texto [1].

 

Una página de la obra etnográfica basada en cómic Lissa, de Sherine Hamdy,
Coleman Nye, Sarula Bao y Caroline Brewer.

Varias obras singulares han roto con ese planteamiento en tiempos recientes, una de ellas es ‘Lissa: A Story about Medical Promise, Friendship, and Revolution’, el primer volumen de la Toronto University Press dentro de su serie Ethno-graphic. La amistad de dos jóvenes mujeres, una de origen estadounidense y otra de origen egipcio, permite a las autoras desplegar un relato donde la Primavera árabe de El Cairo en 2011 sirve de escenario para una crítica hacia los modos de operar de las grandes farmacéuticas. El libro es el resultado de trabajo etnográfico de las dos primeras dos antropólogas, Sherine Hamdy y Coleman Nye, que han colaborado para su realización con dos jóvenes artistas, Sarula Bao y Caroline Brewer (aquí una descripción de su trabajo).

Si dejamos de lado por un momento la calidad gráfica y artística de la obra, y suspendemos por un momento el alcance y contribución teórica a la antropología del volumen, podemos considerar que Lissa abre toda una serie de cuestiones sobre nuevas formas de expresión y representación dentro de la antropología que permiten interpelar a públicos completamente nuevos, tal y como ocurre con el cine y la fotografía etnográfica. Lissa no es el único caso en el cual una obra empírica con el formato de novela gráfica es sancionada por instituciones académicas, otro caso ejemplar lo constituye la obra ‘Unflattening’ de Nick Sousanis, la primera tesis con el formato de novela gráfica aprobada en la Universidad de Columbia. Una obra que, de manera apropiada, discute el verbocentrismo y la marginación de la imagen como fuente de conocimiento académico que ha caracterizado a la Modernidad occidental desde hace siglos.

 

Una página de la obra ‘Unflattening’ de Nick Sousanis.

Dibujar es indagar
Dos autores fundamentales en la apertura del debate en torno al dibujo en la antropología han sido Tim Ingold y Michael Taussig. La reflexión de Tim Ingold en ‘Redrawing Anthropology: Materials, movements, lines’ forma parte de un programa ambicioso para la renovación de la antropología que pone el acento en hacer antes que en describir, que elude la diferenciación entre observación y participación, que atiende a los materiales del mundo y su sensorialidad y que concibe la percepción en términos relacionales. Percibir es moverse por el mundo y mirar y dibujar es, también, una manera de discurrir y explorar el mundo. Desde esa perspectiva, dibujar es una práctica en la que están imbricados el hacer, observar y describir, tres aspectos que se encuentran íntimamente conectados en esa actividad. Ambos autores van a tomar inspiración de John Berger y su concepción relacional de las imágenes.

Uno traza una línea sobre el papel, la mano se desliza, se levanta, observa con atención, regresa sobre el dibujo y continúa la línea… Dibujar implica movimiento, nos dirá Ingold: dibujar es moverse en el mundo, es una manera de conectarse y relacionarse con él. Para Ingold dibujar es una manera de moverse a través del mundo que es abierta e improvisadora. Uno, cuando dibuja, no produce una imagen sino que crea una línea. Esa práctica de delinear nada tiene que ver, argumentará Ingold, con la fotografía (esa oposición entre ambas prácticas está presente en Taussig también) [3]. Así, mientras el dibujo nos coloca siempre ante una línea, nos dirá, la segunda nos sitúa delante de un marco, una geometría diferencial que señala diferencias importantes. El dibujo apunta hacia alguna cosa y nos invita a un camino que hay que transitar, la fotografía nos sitúa en un marco que encierra y congela la realidad: “the difference is characterized as between practices of ‘making’ and practices of ‘taking’. If the former is conceptualized as a line, the latter is conceptualized as a frame (Ingold 2011: 179)”.

A partir de esas reflexiones Ingold nos propone una antropografía o antropología gráfica que está fundada en la noción de hacer. Frente a la antropología que se ha concebido como un proyecto documental centrado en describir (otros pueblos, culturas, costumbres) Ingold trae al primer plano el hacer, así lo declara en ‘Redrawing Anthropology’, donde plantea para su proyecto antropológico:

“driven by an ambition to restore anthropology to life, and by the conviction that drawing – understood in the widest sense as a linear movement that leaves an impression or trace of one kind or another – must be central to our attempts to do so”
(Ingold, 2011: 2).

Ilustración de Michael Taussig de su libro ‘I swear I saw This’ publicado en 2011.


Las reflexiones de Michael Taussig sobre el dibujo resuenan con las de Ingold en algunos aspectos especialmente cuando el autor señala la dimensión experiencial de dibujar: lo interesante del dibujo no es sólo lo que este muestra sino la experiencia que su creación implica y la apertura que lo caracteriza. Un pilar sobre el que se funda la antropología visual es que la imagen permite expresar y representar aspectos de la realidad que se escapan a las palabras, un argumento similar planteará Taussig cuando el dibujo se compara con la fotografía, este es capaz de captar aspectos invisibles de la experiencia que la fotografía no puede mostrar:

Drawing is thus a depicting, a hauling, an unraveling, and being impelled toward something or somebody. I will be doing this twice over, first in my drawing and then, in what I have to say about it, drawing on my drawing. (Taussig, 2011)

Los dibujos nos sugieren un mundo que está más allá, un mundo que no tiene que ser explícitamente registrado y que es más completo justamente porque no puede ser completado. Los dibujos capturan algo invisible y aural que hace que aquello que es dibujado sea valioso:

The drawings come across as fragments that are suggestive of a world beyond, a world that does not have to be explicitly recorded and is in fact all the more “complete” because it cannot be completed. In pointing away from the real, they capture something invisible and auratic that makes the thing depicted worth depicting.
(Taussig, 2011)

Para Taussig, por su parte, la fotografía carece de la intimidad que caracteriza al dibujo mientras que Ingold va a contraponer también el lápiz a la cámara señalando que el primero nos sitúa ante una forma de hacer (making drawings) mientras que la fotografía nos coloca ante una forma de tomar (taking photos). A todo esto se suma la reflexión sobre la materialidad del dibujo:

The most obvious retort to the question of why drawings in notebooks differ from photographs is that the drawings—at least the ones I have in mind—fold organically into the writing in the notebook. You write on the page you are drawing on. It is all part of the one process, while a photograph lies in another sphere altogether with a lot of technical junk between you and the world.
(Taussig, 2011)

 

 

La ciencia (y la antropología) ilustrada

El uso de ilustraciones y dibujos en la antropología podría situarse dentro como parte de la secular y extendida práctica de la ciencia ilustrada. Desde el siglo XVI, la botánica y la zoología han utilizado ampliamente la ilustración para representar todo tipo de especies animales y plantas que los naturalistas de la época encontraban en sus salidas al campo o en sus largos viajes y expediciones por las nuevas geografías de un mundo que se estaba descubriendo y describiendo al mismo tiempo. Entre 1831-1836 Charles Darwin pasará cinco años embarcado en el Beagle, un viaje que será la base para elaborar su teoría de la evolución. Además de su trabajo de observación Darwin recogerá todo tipo de organismos, especialmente una amplia variedad de pinzones de las Islas Galápagos (como los mostrados en las imágenes anteriores). Como muchos otros botánicos y zoólogos de la época, Darwin elaborarán un amplio registro ilustrado de especies diversas, dibujos que se harán famosos tras su publicación en 1939 en el libro titulado ‘Journal of Researchers’.

El trabajo de ilustración de Dawin se suma a una larga tradición de botánicos y zoólogos que llevaban tres siglos produciendo monumentales obras ilustradas, las llamadas historias naturales que desde el siglo XVI tendrán amplia difusión. Uno de los primeros naturalistas que realiza sus dibujos en el campo es William Bartram, en EEUU, a lo largo de un viaje de cuatro años por Florida, Bartram ilustra la fauna y flora que encuentra; y aunque hay pocas mujeres dedicadas a esa tarea, la naturalista alemana del siglo XVIII Maria Sibylla Merian será especialmente reconocida. Su obra ‘Metamorphosis insectorum Surinamensium’ publicada en 1719 es el resultado de dos años de viajes por América del Sur. Su trabajo será influyente en el área del estudio de los insectos, particularmente en la metamorfosis de las mariposas.

El dibujo, que es esencial en las prácticas de campo tradicionales de la botánica y la zoología, se encuentra presente también en otras áreas como la astronomía o el análisis microscópico, como evidencia la singular obra de Robert Hooke de 1665 ‘Micrographia’, el primer trabajo relevante sobre microscopía (el estudio de objetos a través del microscopio). El libro contiene grandes ilustraciones de especímenes que Hooke observó en su microscopio y dibujó minuciosamente. Los dibujos de Hooke cambian nuestra perspectiva y visión del mundo al ofrecernos imágenes de seres diminutos que nos provocan, incluso hoy, fascinación. Tal es el caso de sus ilustraciones de una pulga, el ojo de una mosca o una hormiga. Hooke hace comentarios divertidos al hilo de sus ilustraciones: cuenta, por ejemplo, cómo emborracha a una hormiga con brandy para conseguir que se mantenga quieta cuando trata de dibujarla mientras la observa al microscopio. En el siglo XVIII se utilizará de otra manera el dibujo en los trabajos enciclopédicos que dan cuenta de oficios durante la Ilustración. Láminas descriptivas que explican con detalle la fabricación de objetos y su oficio. Varios siglos después, los dibujos de Santiago Ramón y Cajal realizados a principios del siglo XX dan muestra de sus investigaciones neuronales sobre el cerebro (aquí algunos de los fantástico dibujos).

La ilustración también estará presente en la antropología desde su mismo nacimiento. Desde Bronislaw Malinowski a Franz Boas, pasando por Claude Lévi-Strauss hasta Alfred Gell, incluyendo a Edmund Leach, Meyer Fortes y Roy Wagner, antropólogos clásicos han hecho uso del dibujo. Las ‘Notes and Queries on Anthropology’, una obra publicada originalmente en 1870 y que servía de guía metodológica especificaba en su edición de 1909 (a cargo de William W. Rivers) el uso de dibujos, junto a mapas y fotos también; en el capítulo de métodos señalaban en la sección “Essential Types of Documentation”:

“1) Descriptive notes and records of investigation; 2) Maps, plans, diagrams, drawings and photographs; 3) Texts, etc.; 4) Genealogical and census data.”

La ilustraciones que en su momento realizaran Malinowski o el propio Boas seguirían el modelo pedagógico de las láminas ilustradas presentes en la Enciclopedia de la Ilustración. La obra de Boas ‘Race, Language and Culture’ contiene cientos de ilustraciones con motivos de los pueblos nativos de Norteamérica: dibujos frontales, sin fondo, que muestran detalles y que están creados desde una perspectiva fija. Unas décadas después, Lévi-Strauss incluirá en su ‘Tristes trópicos’ ilustraciones similares pero junto a esas incluye también otras con un estilo diferente pues en ellas puede apreciarse ya el gesto del antropólogo: no se busca un dibujo profesional sino algo distinto, mostrar la experiencia del propio antropólogo (véase Karina Kuschnir, (2016)).

A pesar de esos precedentes, la ilustración correrá la misma suerte que la fotografía, será una práctica marginada que acompaña, en la mayor parte de las ocasiones, al texto al que sirve como simple ilustración muy a menudo anecdótica. Su posición secundaria es consecuencia, como he señalado en otras ocasiones, del rechazo general que la antropología ha practicado hacia la imagen a pesar de que el uso la fotografía y otras tecnologías audiovisuales se remonta a los primeros momentos del desarrollo de la disciplina, así lo demuestran los registros audiovisuales producidos por antropólogos clásicos como Alfred Cort Haddon en la expedición al Estrecho de Torres, el mismo Bronislaw Malinowski o el amplio archivo visual que Edward Evan Evans-Pritchard produce en sus etnografías entre los nuer y los azande.

Referencias

Gilbert, Andrew . 2019. Teaching Anthropology through Sequential Art (Part I yII). Teaching Culture. En URL Parte I: http://www.utpteachingculture.com/teaching-anthropology-through-sequential-art-part-i/ y parte II: http://www.utpteachingculture.com/teaching-anthropology-through-sequential-art-part-ii/

Ingold, Tim. 2011. (ed.) Redrawing Anthropology: Materials, movements, lines. Farnham: Ashgate

Kuschnir, Karina (2016) ‘Ethnographic drawing: Eleven benefits of using a sketchbook for fieldwork’, Visual Ethnography, vol 5, no 1,103-134.

Ramos, Manuel João. 2010. Historias etíopes. Lisboa: Tinta da China.

Ramos, M. J. 2004. ‘Drawing the lines. The limitations of intercultural ekphrasis.’ Working images: visual research and representation in ethnography. S. Pink, L. Kürti, and A. I. Afonso. Routledge London. 9: 147-156.

Taussig, Michael (2011) I swear I saw this. Drawings in fieldwork notebooks, namely my own. London: The University of Chicago Press.

Wadle, Hannah. 2012. Anthropology goes Comics. En: https://comicsforum.org/2012/02/03/anthropology-goes-comics-by-hannah-wadle/

Referencias web

 

[1] Citado en Hannah Wadle (2012). [2] Citado en Kuschnir (2016). [3] Anna Grimshaw y Amanda Ravetz, dos teóricas reconocidas de la antropología visual, contestarán esa oposición entre la fotografía y el dibujo para proponer, en su lugar, una relación dialéctica entre ambos. El lugar desde el que elaboran su argumento es la concepción de la antropología como una práctica de fabricación (making) de imágenes.

 


TOP IMAGE: GELL, Alfred. 1993. Wrapping in Images: Tattooing in Polynesia. Oxford: Clarendon Press.